domingo, 29 de septiembre de 2013

- ¿Y ahora qué?

No podía dejar de notar su propio rostro, pequeño y encendido. Se distrajo un instante con él, olvidando su furia. Siempre acontecía algo mínimo que la desviaba del torrente principal. Era tan vulnerable. ¿Se odiaba por eso? No, se odiaría más si ya fuera un tronco inmutable hasta la muerte, sólo capaz de dar frutos pero no de crecer dentro de sí misma. Deseaba más todavía: renacer siempre, cortar con todo lo que había aprendido, lo que había visto, e inaugurarse en un nuevo terreno donde todo pequeño acto tuviera un significado, donde el aire fuera respirado como por primera vez. 


Tenía la sensación de que la vida corría espesa y perezosamente dentro de ella, burbujeando como una caliente sábana de lavas. Tal vez si amara... Y si, pensó lejanamente, de repente un clarín cortase con su agudo sonido aquella manta de la noche y dejara la campiña libre, verde y extensa... Y entonces caballos blancos y nerviosos con rebeldes movimientos de cuello y patas, casi volando, atravesasen ríos, montañas y valles... Pensando en ellos sentía circular el aire fresco dentro de sí como salido de alguna gruta oculta, húmeda y fresca en medio del desierto. 

"Cerca del corazón salvaje", Clarice Lispector.


[Photo: RICOR Flickr]

sábado, 28 de septiembre de 2013

Blindness

Todo lo que le fascinaba y le amedrentaba en Juana era exactamente la libertad en que vivía, amando repentinamente ciertas cosas y mostrándose ciega para otras, sin usarlas siquiera. 

Él la quería, no para hacer su vida con ella, sino para que ella le permitiese vivir. Vivir sobre sí mismo, sobre su pasado, sobre las pequeñas vilezas que había cometido cobardemente y a las que cobardemente continuaba unido. Octavio pensaba que al lado de Juana podría continuar pecando.


¿Por qué rechazar los acontecimientos? Tener mucho al mismo tiempo, sentir de varias maneras, reconocer la vida en diversas fuentes... ¿Quién le puede impedir a alguien vivir ampliamente?


"Cerca del corazón salvaje", Clarice Lispector.


[Photo: Maria McGinley Flickr]

martes, 24 de septiembre de 2013

- Carta de Elizabeth Smart a George Barker, el poeta camaleón. - 

                          
                    "George amantísimo, 


Creo que ya no quiero acostarme en tu cama abarrotada, para sostener combates de sexo terapéutico. Precisamente porque te deseo, no le veo la gracia a un amor verdadero desigual. Es desde la pena, y no desde el odio desde donde te digo: ya no te quiero porque sencillamente no puedo soportarlo. No es sólo por los cuernos. Es por la soledad, las semanas y meses de abandono, desconectada de ti por completo, recibiendo quizás una postal donde dices follamos mientras tomas aire para seguir follándote a otra. Hubiera sido mejor de haber estado casada antes de conocerte, pues entonces me habrías colmado unos meses de atenciones, todas las que aparentemente puede llegar a necesitar una mujer, y entonces podría yo haber vuelto a alguien que posiblemente, hubiera cuidado de mí. Porque tú no quieres responsabilidades ni del amor siquiera, y con esta 
responsabilidad no hablo ni de culpabilidad ni de dinero.



Soy consciente de que si te hubieras preocupado por mí lo más mínimo, jamás me hubieras dejado a solas con tanto dolor, sino que hubieras buscado otra forma de hacer lo que debías. Este es el fondo y lo último y el fin de mi miseria y mi degradación y si te digo adiós ahora seré capaz de no amargarme porque aún te estoy agradecida por tus últimos instantes de franqueza.

Queridísimo George, no voy a perder la fe en el amor verdadero o si prefieres amor romántico—existe, yo lo sé. Nunca he vuelto a querer a nadie después de ti. Es posible llegar a descansar en alguien—pero tú evidentemente aún no te has saciado de placer y de poder. Quizás es que yo tengo ahora gustos más adultos. He echado mi polvo, pero he perdido mi Amor. Mi útero no me destruirá, pero mi corazón seguro que sí. Adiós. 

Elizabeth".



[Photo: Mizzy* Flickr]
[Carta, a través de Book Cake]


domingo, 14 de julio de 2013

Estío

La esperanza tan dulce, tan pulida, tan triste, la promesa tan leve, no me sirve; no me sirve tan mansa esperanza, la rabia tan sumisa, tan débil, tan humilde el furor, tan prudente, no me sirve; no me sirve tan sabia tanta rabia, el grito tan exacto si el tiempo lo permite, alarido tan pulcro, no me sirve; no me sirve tan bueno tanto trueno, el coraje tan dócil, la bravura, tan chirle, la intrepidez tan lenta, no me sirve; no me sirve tan fría la osadía.


Sí me sirve la vida, que es vida hasta morirse, el corazón alerta; sí me sirve, me sirve cuando avanza la confianza, me sirve tu mirada que es generosa y firme, y tu silencio franco; sí me sirve, me sirve la medida de tu vida, me sirve tu futuro que es un presente libre y tu lucha de siempre; sí me sirve, me sirve tu batalla sin medalla, me sirve la modestia de tu orgullo posible y tu mano segura; sí me sirve, me sirve tu sendero, compañero.

-Mario Benedetti-


[Photo: Paul Grand Flickr]


jueves, 11 de julio de 2013

Horizon

"Si le hubiera cortado las alas no se habría escapado. Pero de esta manera hubiera dejado de ser un pájaro. Y yo amaba al pájaro". 

-Mikel Laboa-


[Photo: Ren Rox Flickr]

martes, 21 de mayo de 2013

Everett


"Sabéis, cuando era niño en Oregón no me sentía norteamericano en absoluto, con todos esos ideales de casa en las afueras y represión sexual y esa tremenda censura gris de la prensa de cuanto son valores humanos, y cuando descubrí el budismo de repente sentí que había vivido otra vida anterior hacía innumerables años y ahora debido a faltas y pecados de esa vida se me había degradado a un tipo de existencia más penoso y mi karma era nacer en Norteamérica, donde nadie se divierte ni cree en nada, y menos que nada en la libertad. Por eso me gustan siempre los movimientos libertarios, como el anarquismo del Noroeste, los viejos héroes de la Matanza de Everett y todos..." 

Los vagabundos del Dharma, Jack Kerouac.


miércoles, 6 de febrero de 2013

vía: http://makhila.tumblr.com/

Carta de amor

En la mañana del 7 de febrero de 1931, unas horas antes de contraer matrimonio, Amelia Earhart se sentó a escribir esta carta dirigida a su futuro esposo, George P. Putnam.


Querido GPP,
Creo que debería dejar escritas algunas cosas antes de que nos casemos, aunque ya hayamos hablado muchas veces sobre ellas.
Tengo que reiterarte mis dudas con respecto al matrimonio, mi sensación de renunciar a oportunidades en un trabajo que tanto significa para mí. Tengo la sensación de que casarme es una de las decisiones más estúpidas que jamás he tomado. Sé que habrá compensaciones, pero no puedo ocultarte mis dudas.
Para nuestra vida en común quiero que comprendas que no estarás sometido a ningún código de fidelidad y que yo tampoco me considero atada a ti. Si somos honestos, podremos evitar las dificultades que surgirán si tú o yo nos enamoramos de otra persona.
Por favor, no interferamos en el trabajo del otro, ni permitamos que el resto del mundo contemple nuestras alegrías o desacuerdos. En este sentido, voy a tener que mantener algún lugar donde pueda ser profundamente yo misma. No puedo soportar los confinamientos, por muy atractiva que sea la jaula.

Debo exigirte una promesa cruel: que me dejarás marchar dentro de un año si no hemos encontrado la felicidad juntos.

Voy a tratar de hacerlo lo mejor posible y ofrecerte esa parte de mí que conoces y que tanto quieres.
A.E.

George y Amelia contrajeron matrimonio aquella misma tarde y permanecieron juntos hasta la trágica desaparición de Amelia en 1937, cuando intentaba circumnavegar la Tierra en monoplano.