Hans miraba la figura de Sophie y no sabía qué entender. Su vista balbuceaba y parpadeaban sus labios, se le nublaba la boca y se le hacían agua los ojos. Así que optó por apretar todo aquello que no lograba contemplar. Se acercó, se aferró a ella y sintió que sus sentidos se reconciliaban, que en el lugar del enigma se imponía el acto. Ahora, sin distancia, conseguía aprehender la presencia imaginada y posible de Sophie, que tiritaba sin miedo y suspiraba sin romanticismo.
- "El viajero del siglo",
Andrés Neuman. -
Andrés Neuman. -
[Photo: Lina Scheynius Flickr]