sábado, 19 de mayo de 2012

Red

A veces, muy raramente, esa belleza se aviva, fulgura, avanza, por decirlo así, hacia nosotros, imperativa, adornada de colores vivos de encendidos destellos, esparciendo victoriosa, sobre nosotros, sus policromos encantos, y arde toda su sensualidad. 


Y un día así, embriagador, es el que siguió al tempestuoso caos de la víspera; las avenidas destacaban su blancura lavada por la lluvia, el cielo era de un azul turquesa y por doquier resaltaban los arbustos, como antorchas de diversos colores, entre el verdor húmedo y tierno. Se diría que las montañas, llenas de luz, habían avanzado de pronto, bajo el cielo diáfano y esplendente, hacia la pequeña población pulcra y brillante; la mirada podía ver, exteriorizado, lo que la Naturaleza ofrece de provocativo y estimulante y lo que inconscientemente nos atrae hacia ella.

-Tomemos un coche -le dije- y demos un paseo por la Corniche.


[Photo: Anastasia Glevoba Flickr]
[Text: "Veinticuatro horas en la vida de una mujer", Stefan Zweig.]